Avant premiere de “Putas”: el protagónico más difícil de Esmeralda Mitre

Friedrich Nietzsche advertía: “Quien lucha contra monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno”. Esa frase parece latir en cada plano de “Putas”, el film de Demian Alexander Cirigliano presentado en la DAC. Allí, el abismo no es metáfora: es la vida misma, donde el deseo, la necesidad y la violencia se confunden hasta volverse una sola respiración.

Basada en su obra teatral homónima de 2018, “Putas” es una experiencia sensorial y política. Seis mujeres —Rubí, Alma, Gigi, Amor, Carla y Estrella— componen un retrato coral de la prostitución y la vulnerabilidad, donde el cuerpo se vuelve espejo y denuncia. Cirigliano rehúye del morbo y la redención: su cámara encarna lo que Michel Foucault llamó “el cuerpo como campo de poder”, un espacio donde la biografía se escribe con marcas de deseo, explotación y resistencia.

Rubí (Esmeralda Mitre) poetiza su melancolía entre luces azules y rojas; Alma (Vanesa González) se hunde en la droga y la ternura de un cliente (Carlos Belloso); Gigi (Carolina Mazzitelli) sobrevive al proxenetismo (Roly Serrano); Amor (Florencia Geréz) ofrece placer y dignidad a un hombre con discapacidad (Gerardo Chendo); Carla (Mariana A.), prostituta trans, enfrenta la furia de su pareja (Fabián Vena); y Estrella (Celeste Muriega) se consume entre maternidad, drogas y noche.

La estética de Cirigliano es performativa: el gesto, el cuerpo, el silencio y el color son actos de lenguaje. En cada escena, la iluminación opera como gramática emocional: el rojo arde, el amarillo consuela, el negro condena. La música de Diego Frenkel no acompaña; respira junto a la imagen, haciendo del cine una experiencia sinestésica. En esa narrativa fragmentaria y sensorial resuena la idea de Gilles Deleuze sobre la “imagen-tiempo”: un cine que piensa más que relata.

El film dialoga también con Judith Butler y Julia Kristeva: lo abyecto, lo precario, lo expulsado. “Putas” no mira desde arriba, sino desde adentro. Cada historia encarna una forma de exclusión, pero también una afirmación de existencia. En ese sentido, el trabajo de Cirigliano pone en juego lo que Pierre Bourdieu llamó capital simbólico: el poder de transformar lo que socialmente se desprecia —el cuerpo prostituido— en un objeto de reflexión estética y política.

El lenguaje performativo de “Putas” convierte el gesto en discurso: un cigarro, un lavado de pies o un abrazo se vuelven signos de dignidad. No hay redención fácil, pero sí humanidad. Cirigliano recuerda que, como decía Freud, el deseo es herida y motor; y que el cine, en su forma más honesta, es un acto de revelación.

En su recorrido por la oscuridad, “Putas” examina la tensión entre representación y experiencia, entre discurso y cuerpo. Su potencia crítica reside en esa frontera: allí donde el arte no explica la realidad, pero la hace visible.

 

Por Norma Cabada

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Fuente: noticias.perfil.com

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